En los terrenos más llanos cerca de las nombradas huertas, el Prior don Cristóbal Bravo de Laguna rehabilitó este templo en los primeros años del siglo XVI.
Fue iglesia del viejo convento prioral de la Orden de Alcántara, ya completamente desaparecido, y contiguo también se encontraba el antiguo palacio prioral. Está constatado que la ermita fue por el Prior «...reedificada y aderezada, como si hubiera estado a punto de arruinarse, ...».
Con el fin de que no le faltara el culto y reparaciones, en 1527 doña Leonor de Torres, vecina de Sevilla y persona de gran poder económico, faculta en su testamento a Cristóbal Bravo de Laguna para que instituya dos Capellanías «bajo el patronato del Prior que es o fuese de Magacela, con ciertas cargas de misas y oficios en la ermita de Nuestra Señora de los Remedios de Magacela, ...».
Es un edificio construido en su mayor parte de mampostería y hormigón con contrafuertes de ladrillo en la nave y de cantería en la cabecera. El templo destaca por su belleza arquitectónica, con atrio delantero que se compone de un arco central ojival flanqueado por otros dos carpaneles, balaustrada y rematado en altura con pequeña espadaña. Éste, sabemos que en origen estaba cubierto por «quartones de pino ... y encima vano y teja ... enladrillado y la parte de la puerta esta un poyo de ladrillo y cal».
En origen, la cubierta de la nave, montada sobre dos arcos de ladrillo, era de vigas de madera de pino y encina, barro y teja encima. En la actualidad, toda ella está muy remozada y el enlucido y enjalbegado tanto interno como externo, no nos permite apreciar detalles constructivos; si bien podemos decir que la antigua cubierta de madera fue sustituida por bóvedas de arista en cada uno de sus tramos.
De la primitiva obra, por lo que podemos apreciar, lo menos modificado es la cabecera, de mampostería, cubierta con bóveda de crucería y de mayor altura que la nave rectangular de la ermita. Su aspecto exterior, enfoscado con mortero, sin encalar y con sillares simulados mediante esgrafiados, es atractivo gracias a unos interesantes arbotantes de sillería en cada esquina que fueron construidos «porque hizieron sentirse e se abrieron las paredes della y fue necesario hazerselos dichos tanto para sustentar la dicha capilla ...».
Sobre uno de estos arbotantes había construida una torrecilla en la que se puso una campana para llamar a misa, siendo entonces dos las que había en la ermita en el siglo XVII.
En el interior, a la derecha de la entrada, se dice en 1634 que estaba la pila de agua bendita que aún se conserva embutida en el primer estribo del muro de la Epístola. Es ésta de mármol, labrada a forma de una venera con cuatro cabezas de leones.
En el muro del Evangelio y también inmediato al arco toral, había otro altar y un retablo de ocho tablas de madera de pino con San Benito y San Bernardo pintados, así como sus candeleros de azófar y frontal. En este muro también había una pequeña puerta de ladrillo con las hojas de madera de pino, cerrojo, cerradura y llave; de ésta, aunque tapiada, se puede observar parte de su arco de medio punto desde el exterior, pues se conserva en medio de los contrafuertes del segundo tramo de la nave de la ermita.
Investigaciones recientes, como la Tesis de Licenciatura desarrollada en el Departamento de Historia del Arte de La Universidad de Extremadura por Alonso Gutiérrez Ayuso, ha desvelado cómo era el retablo renacentista de la ermita, así como la nómina de ornamentos para la liturgia que ésta poseía.
En 1669 el Prior Frey Luis Velázquez y Zúñiga realiza el trono para el sagrario, aparecido tras la rehabilitación del actual retablo. Se encuentra en perfecto estado, conservando la viva policromía que lo decoraba. Sobre el poyo de piedra, en el frontal superior, una cartela ovalada de fondo blanco con marco dorado rematado en los extremos con dos flores de lis en la parte superior y otras tantas en la inferior, se encuentra flanqueada a ambos lados por un par de escudos de color verde. Todos estos elementos en relieve se enmarcan en tres rectángulos, de fondo terroso en los laterales y verde en el central. La inscripción está grabada y pintada de dorado en los escudos y de color negro en la cartela.
Bajo un arco construido para este fin, se encuentra el sepulcro de Prior Frey Cristóbal Bravo de Laguna. Su estatua yacente, algo tosca en ejecución, y ropas sacerdotales, fue esculpida en mármol sobre un sarcófago con letras capitales romanas grabadas dentro de un marco y antes situado en medio del templo. Este es el epígrafe funerario que podemos leer:
A QI^IAZE^ELMVI^R^D^SEÑOR^DON^FREI^
XTOVAL^bRAVOPRIOR^QVEFVE^DEMAGA
ZELA^CANONIGO^ENLA^SANCTAIGLESIA^DE
SEVILLA^ELQVALEDIFICOESTESANTOTEMPLO F
ALLESIOENSIVILLA^A^Z 8DE MARCO ANO DE
1 ·5·2 8·XTOVA LbRAVODELAGVNASPRIOR
A la izquierda de este sepulcro, por una puerta accedemos a unas dependencias con bóvedas de arista que hacen la función de sacristía. Exteriormente se muestra como un cuerpo adosado a la fábrica original con dos vanos a modo de aspilleras para iluminarse. Además de la información sobre el promotor de la obra que nos ofrece el escudo del frontón, dos bloques con inscripciones alusivas en las dos pilastras laterales se encargan de aclararnos que fue su constructor el Prior don Nicolás Barrantes Arias en los años 20 del siglo XVII.
POR MDD LS. FREY DNICOLAS BARNTS ARYAS P R Y OR DE M AGAZELA |
SE HYÇO ESTA OBRA Y PORTADA AONRADENVESTRA S · AÑO D 1620 |
Han sido numerosas las obras de acondicionamiento e intervenciones realizadas en el edificio, todas ellas desveladas por A. Gutiérrez Ayuso gracias a la documentación depositada en el Archivo Histórico Nacional de Madrid.
Se edificó esta pequeña ermita en el interior del pueblo sin grandes conocimientos arquitectónicos y con el claro objetivo funcional de cumplir una necesidad que se hacía cada vez más aguda: la de facilitar el acceso a los fieles a un templo de culto, pues la situación de la parroquial impedía a gran parte de los vecinos, sobre todos a los de mayor edad, la asistencia a las ceremonias litúrgicas. Esta ermita va a ser el enlace que encadene la construcción de la que es ahora la actual parroquial.
Por su tamaño, ésta sólo cumplía la función de templo para un número muy reducido de fieles, por lo que la parroquial sigue ejerciendo una vez construida, será en el seiglo XIX cuando se habilite como parroquial aún ejerciendo el templo principal. Cuando la parroquial se arruina, esta pequeña ermita asume durante algún tiempo la totalidad de su trabajo hasta la construcción de la Nueva Parroquial de Santa Ana, que tomó el nombre del antiguo templo principal.
A juzgar por las características de su arquitectura y situación dentro del tejido urbano, datábamos la obra en los años finales del siglo XV o en la primera mitad del siglo XVI. Siempre pensamos en una posterior remodelación puntual o añadido concreto, bien a finales del siglo XVII o principios del XVIII. Hipótesis que sustentábamos por la espadaña que no concordaba en estilo de las portadas de casas vecinas, y por tanto con el crecimiento lógico de la localidad. La datación resultaba complicada hasta que encontramos hace unos años un documento con la petición de Don Francisco Benito Calderón, presbítero de la villa y del Prior de Magacela, en noviembre de 1757, la necesidad de la construcción en la villa de una ermita para que pudiesen asistir a los divinos oficios las "personas achacosas" y, de este modo, ampliar los espacios de culto. El 22 de diciembre de ese año se otorga la licencia para su construcción: «... para que pueda fundar y fabricar la Hermita que solicita en la dicha Villla para el fin que expresa con tal que sea en los terminos que se propone y refiere en el Ynforme de dicho Prior...».
El tejado a dos aguas, su espadaña -quizás algo más tardía- con cuatro pináculos y coronada por un frontón y una cruz, así como su reducida capacidad, resumen a grandes rasgos las características más significativas de este templo. La nave que configura casi la totalidad del edificio es de bóveda de medio cañón alargada sin arcos fajones que dividan espacios internos. A la altura del altar, un tragaluz rectangular se encarga de iluminar levemente la ermita; y a la misma altura, en el muro de la Epístola, por una puerta adintelada entramos en la sacristía del templo, de bóveda de aristas y un balcón al norte. El edificio se encuentra todo encalado tanto internamente como en su exterior.
El origen de la advocación de los Santos Aquila y Priscila como patronos de esta ermita está impregnado de leyenda y fantasía. Gracias a las referencias de Vicente Barrantes Moreno tenemos constancia de ello, pues su trabajo de recopilación bibliográfica recoge algunas citas del libro del que fue Prior de Magacela D. Diego Becerra de Valcárcel y en el que defendía que el matrimonio de Santos fue martirizado en esta villa.
El Prior de Magacela a pesar de no haber conseguido su objetivo, aclamó en 1684 a estos mártires como patronos menores del Priorato en detrimento del patrono mayor San Benito. El culto a estos Mártires de origen romano en Magacela, es sin duda un caso singular como especifica Gutiérrez Ayuso, pues no es nada frecuente en la Península Ibérica.
Se encuentran los restos de esta ermita a la derecha de la carretera dirección a la estación de ferrocarril, frente a la citada “Laguna de Los Santitos”. Sólo se conserva la caja de muros perimetrales de mampostería y la puerta adintelada con bloque de granito y jambas de este mismo material. Las esquinas de la construcción también están rematadas con sillares graníticos para dar consistencia al templo. Es de reducido tamaño, formando sus muros un cuadrado de algo más de seis metros de lado.
El abandono y ruina de este edificio según Alonso Gutiérrez debió producirse a principios de siglo, llegando hoy en día al lamentable estado de conservación en que se encuentra.
Escasas son las fuentes documentales que hablan de este desaparecido templo, habiendo indagado en ellas Alonso Gutiérrez con motivo de su Tesis de Licenciatura. Hoy en día sólo nos queda el topónimo de la zona donde se encontraba la ermita.
En el informe de la Real Provisión de Felipe II del año 1569 sacado a la luz por este investigador, se la sitúa en «...el arroio Jalero a la punta de la sierra como dos tiros de ballesta desta villa». Además, se indica que no estaba acabada de construir pues era pobre y contaba con escasos recursos para ser rematada: «...en la dicha ermita de los martiles esta empezada a hazer una capilla y no esta acabada por ser pobre la dicha ermita».
Se decía en ella una misa el día de los mártires y hasta la fecha de 1569 no tenía cofradía.
En la Memoria de Licenciatura antes referida se describe el edificio. Se indica que se encontraba a medio cuarto de legua de la villa, siendo su fábrica de mampostería con seis estribos de cantería labrada, el techo de madera y sus medidas eran de 12 varas de largo por 8 de ancho. El único Altar, que no levantaba más de cinco cuartas de altura y cuya longitud se establece en «dos Varas, y tercia de largo», soportaba las imágenes de San Fabián y San Sebastián.
Resulta difícil precisar cuando desaparece el culto a los Mártires San Fabián y San Sebastián en Magacela, aunque podemos se deduce que fue entre los años centrales del siglo XVIII, pues la última referencia documental que se recoge en el trabajo antes referido es 1742 y ya en 1791 no se cita el templo.
Este texto ha sido resumido y extraído de la obra: GUTIÉRREZ AYUSO, Alonso: El Patrimonio de Magacela de la Orden de Alcántara. Badajoz, 2022.