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Semana Santa
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LAS CELEBRACIONES EN TORNO A NUESTRA SEÑORA DE LOS REMEDIOS

La celebración del año litúrgico católico tiene momentos muy significativos en la vida de los creyentes porque se celebra toda la Historia de la Salvación de Dios desde el acontecimiento Jesús de Nazaret y su presencia actuante y vivificadora en nuestra misma historia. La mayoría de ellos son comunes a toda la cristiandad por el profundo significado que entrañan. Unidos a los mismos nos encontramos con momentos puntuales celebrativos propios de cada localidad por estar arraigados en sus tradiciones o por un sabor muy especial. Magacela no podía ser menos en esta faceta que cualquier otro pueblo de esta amplia zona de la Serena extremeña.

Acontece por los días de la celebración de la Cuaresma uno de estos momentos de fe, con un calado profundo en las raíces de este pueblo, por su significado religioso: la tarde del segundo domingo de Cuaresma se reúnen los fieles cristianos en torno a la Ermita para acompañar en un desfile procesional a la Virgen, Nuestra Señora de los Remedios, desde dicho enclave hasta la Parroquia de Santa Ana.

Resulta emotivo ver salir a “la Madre”, como popularmente se la designa, por el amplio pórtico de entrada a la Ermita. Es acompañada por todos entre cánticos y alabanzas durante el recorrido que la separa del pueblo. Un desfile sencillo de traslado de la Imagen en sus andas, portadas por hombres y mujeres, amenizada en los últimos años por disparos de cohetes y los sones de una banda de música.

Habrá de hacer varias paradas en el pueblo por la colocación de altares, engalanados por familias o vecinos, para una pequeña oración o algún canto mariano y siempre acompañada por los niños que visten trajes regionales, y familias que portan en sus manos ramos de flores que se ofrecerán a los pies de la Virgen a su llegada al templo de Santa Ana.

Al término de la Eucaristía de ese día y caída ya la noche escuchamos el ruido de las tracas, los cohetes y las ruedas de los fuegos artificiales. Es necesario destacar que es la única vez al año que la Virgen de los Remedios abandona su Ermita para ser honrada por todos en unos entrañables días de oración en torno a ella.

Tienen un particular significado orante las celebraciones de esos días no sólo por sentarnos en torno a la mesa de la fraternidad –la Eucaristía– acompañados más de cerca por la presencia emotiva de su imagen, sino por encontrarnos en el tiempo de Cuaresma, que prepara y anticipa la celebración de los días más santos del calendario católico: la Semana Santa y el tiempo Pascual.

Transcurridos quince días de su llegada nos preparamos para acompañarla de nuevo hasta la Ermita coincidiendo con la tarde del cuarto domingo del tiempo cuaresmal. El día anterior, la tarde del sábado, se ha engalanado de nuevo la Imagen en sus andas para visitar a todos los enfermos y personas mayores que por sus dificultades no han podido visitarla en el templo. Es de justicia afirmar que las miradas de estas personas manifiestan no sólo el cariño que reciben de “la Madre” sino el que sus sentidas lágrimas depositan en Ella.

La otra celebración mariana de mayor calado en este pueblo es la que se celebra el primer lunes de la Pascua o “día de la Gira”. Desde muy temprano las familias se han desplazado a la zona del Berrocal para colocar sus pequeñas tiendas y acondicionar los lugares, entre encinas y chaparros, para pasar un feliz día de campo y dar cuenta al mediodía de nutridas meriendas entre las que nadie se siente forastero. Este día, hasta hace unos años masivo por la afluencia de gentes que llegaban de varios pueblos de la comarca e incluso en trenes especiales, ha quedado como una celebración de romería profundamente familiar.

Por la mañana se celebra la Eucaristía en la Ermita y a continuación se dará comienzo a la procesión con la Virgen por el recinto o patio de la misma. Un pequeño recorrido pero largo en su duración porque todos quieren llevar aunque sólo sea por un momento las andas. Se celebran las comunes y bien conocidas “pujas” o subastas a la salida de la Imagen por las puertas de la Ermita o a la entrada, además de las que ocurren cuando pasa por debajo de los arcos de piedra que se encuentran en el recinto. Antes de su entrada y colocación en el interior, una subasta sortea y cambia para el alza los precios de los regalos que se han ofrecido voluntariamente para el momento. Destacar que Magacela siempre es generosa en sus aportaciones y mucho más en días tan señalados como estos. El buen estado de conservación y mantenimiento de los bienes de la Ermita, además de las reformas que con el paso de los años hay que acometer, suelen salir de estas y otras muchas ofrendas que generosamente se entregan por los habitantes de este pueblo.

Después de la comida una Orquesta de música ameniza el baile del atardecer en la primavera y todos se disponen a tomar una copa o hacer la ronda en “los puestos” del camino de los remedios, que los dueños de los bares o algún particular trabajosamente han colocado para este día. Y comprar algún recuerdo de la Virgen que haga memoria en nuestras casas de lo que hemos celebrado. También es emotivo, y entristecedor a la vez, la despedida de los muchos familiares emigrantes que tienen que partir en la tarde para sus respectivos lugares de residencia y trabajo. Se llevan el sabor de su fe popular a la ciudad, el cariño y afecto de sus familias, y quedan no sólo alguna que otra lágrima, sino la oración a “la Madre” para el feliz retorno a sus casas y el deseo interno de volver el próximo año.

 

UNA SEMANA SANTA CON SABOR PROPIO

Al viajero que durante el transcurso del invierno haya estado en este pueblo le parecería sorprendente la transformación que sufre esta localidad en las fechas de la Semana Santa. Se sentirá transportado en la memoria a los años anteriores a la fuerte emigración que sufrieron muchas localidades extremeñas con la salvedad de ver las calles abarrotadas de coches. Magacela vive en estos días tan señalados una mayor afluencia de familiares y amigos que durante todos los días del año y otras festividades. Este tiempo santo transforma el pueblo y a todos los que llegan con una fe tan viva como arraigada en esta realidad.

La Semana Santa abre sus puertas y celebraciones en estos días con la procesión del Domingo de Ramos, o la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén como litúrgicamente se le conoce, desde el Pilar situado en la parte baja del pueblo hasta la Parroquia. Suele dar vistosidad a la procesión las palmas y los ramos de olivo en las manos de los asistentes que van entonando las canciones durante el recorrido y en algún momento puntual incluso un asno previamente preparado para la ocasión y montado por niños o por el mismo sacerdote. Y llegamos al Jueves Santo. La celebración comunitaria de la Cena del Señor precede al primer desfile procesional con el Nazareno que porta la Cruz en hombros y la Virgen de los Dolores que en la corta distancia acompaña al Hijo. Estas imágenes, preparadas previamente en las andas, son llevadas por los feligreses por las calles del pueblo. Cuando ya está bien entrada la noche se celebra la conocida procesión del Silencio, que baja hasta el Pilar en un recorrido por las calles de la zona. El Cristo Crucificado es portado en las manos por varios jóvenes que lo elevan en tres momentos puntuales para recordar y escuchar algún pasaje de los evangelios alumbrados en la noche por el fuego de cuatro antorchas que custodian la Cruz. También en la corta distancia acompaña la Virgen de los Dolores. Es una procesión pequeña en su recorrido pero sentida y profunda por el silencio que la acompaña, sólo roto por el ruido de los taconeos al andar. Toda la noche y la madrugada permanece la Iglesia abierta para aquellas personas que visitan el Monumento y hacen su buen rato de oración.

El Viernes Santo es un día completamente celebrativo. Por la mañana los feligreses se reúnen para tener una hora santa de oración que precede y orienta la gran celebración de la tarde: los Santos Oficios de la Pasión del Señor. Esta celebración no termina en el templo parroquial sino que continúa en la calle con la celebración del Vía Crucis que nos introduce en la memoria del pasado cuando la Orden de Alcántara moraba en la fortaleza, lo que hoy son las huellas de su paso entre nosotros. No basta que el viajero visitante se limite a ver esta procesión, aunque goza de una gran vistosidad en los claroscuros de la tarde que va cayendo por las calles estrechas del Conjunto Histórico, sino que es necesario que la haga suya participando en todo su recorrido. Sorprende la afluencia masiva de personas y el sabor de un silencio que resuena por las calles en una subida repentina y constante desde el templo parroquial hasta el interior del castillo. Es una imitación casi real de aquella subida que se produjo en Jerusalén hasta el Calvario la que el viernes se recrea en Magacela. Una vez que se llega y se ha orado con la última estación se fija la Cruz de madera al suelo. La noche ya ha caído y comienza un bello descenso iluminando las faldas del cerro con innumerables antorchas encendidas que los fieles portan en sus manos para acompañar el paso del Santo Entierro que es llevado a hombros, creando una impresionante estampa los resplandores de la luz al chocar con las piedras centenarias de las paredes de la fortaleza. Esta procesión es conocida aquí como "de las antorchas". Se suele descender por un sitio distinto al que se ha utilizado para subir. El silencio orante continúa por el recorrido que marca la luz de las antorchas.

Pero queda otro momento importante y emotivo en este desfile procesional, un encuentro cargado de significado cuando la Virgen de la Soledad aparece por las puertas de la Ermita de San Antonio y se une a la procesión. Ya van la Madre, con el sufrimiento, y el Hijo, que yace muerto, hasta la parroquia. La noche permanece cuando las antorchas se apagan y espera el lucernario que abrirá la noche pascual.

El Sábado Santo nos trae la celebración magna de la Iglesia y tiene que ser de noche para recrear lo que ocurrió en Jerusalén: Cristo resucitado es esperanza para todos cuando nos creemos que somos herederos de la Luz Pascual y signo de esperanza en nuestros tiempos. Se celebra en torno a la medianoche la solemne Vigilia Pascual con un lucernario en las inmediaciones del tempo parroquial.

El Domingo de Resurrección es ya preparatorio para todos de la gran fiesta mariana en Magacela. Se espera con ilusión la llegada del día de la Romería en la Ermita de los Remedios y disfrutar de la familia y los amigos con un bello día de campo en torno a “la Madre”. Ha llegado el día de la Gira.

 

Nicomedes Silos Montero